¿Por qué hemos llegado a esta situación?

Mañana tocará hablar del partido ante el Atlético, pero hoy me gustaría dedicar esta entrada del blog a reflexionar sobre por qué ha llegado el fútbol español a esta nueva situación de bancarrota. Y digo nueva porque al menos yo ya ha conocido otras dos similares, y la solución siempre ha sido la misma: que pague el Estado.
Hace ya muchos años casi no existían los intermediarios. Los pocos que había, tres o cuatro, se repartían todas las operaciones que se hacían, pero la inmensa mayoría de traspasos se negociaban directamente entre los clubes. Si un presidente quería a un jugador, simplemente levantaba el teléfono y llamaba al presidente del club que lo tenía en propiedad. Si había acuerdo, perfecto. En caso contrario, y como entonces existía una figura que se llamaba derecho de retención, que permitía a los equipos renovar unilateralmente a los futbolistas aplicándoles un pequeño aumento sobre su salario, el jugador en cuestión continuaba donde estaba sin que se montara ningún drama. Gracias a ello el Sporting de Gijón pudo ser segundo de la Liga sin traspasar a ninguna de sus figuras (salvo a Quini, al que vendió al Barcelona como premio a su trayectoria cuando ya había cumplido 30 años), o la Real Sociedad y el Athletic llegaron a ganar cada uno de ellos dos Ligas consecutivas. En aquel entonces las diferencias de Real Madrid y Barcelona con el resto de equipos no eran tan abismales, y por supuesto la competición era mucho más atractiva.
El primer cambio importante se produjo con la introducción del artículo 1006, que permitía a los futbolistas rescindir su contrato pagando una indemnización que iba en consonancia con su salario. Para contrarrestar la diáspora de jugadores que se acogían a la nueva legislación se introdujeron las cláusulas de rescisión, todavía vigentes en España. El problema es que junto a ellas aparecieron como moscas los entonces llamados Agentes FIFA. De repente se acabaron las negociaciones club a club. A partir de ese momento, para fichar a un jugador había que hablar con su intermediario. Y no ya sólo eso. El mundo de los intermediarios se ha vuelto tan complicado que ya es habitual que para cerrar una operación intervengan hasta cuatro diferentes. Y por supuesto a cada uno de ellos hay que pagarle su comisión.
La siguiente figura que apareció para cambiar el paisaje habitual fue la del director deportivo, un escalafón superior al secretario técnico de siempre. Poco a poco los clubes fueron dotando a los directores deportivos de mayor poder. Hasta que han acabado dejando en sus manos las decisiones no sólo deportivas, sino también económicas. Salvo excepciones -la de Lendoiro en el Deportivo es la más significativa-, ellos son los que manejan el presupuesto deportivo, que es el equivalente a más del 75% del total.
Como profesionales que son, los directores deportivos trabajan para conseguir los mejores resultados deportivos para el club que les paga. El problema es que para lograrlos no han vacilado en ir por el camino más sencillo: plantillas largas, de 25 jugadores profesionales, con bastantes veteranos y con salarios inasumibles. Hoy, en Primera División, no es extraño encontrarnos con que un futbolista que a lo sumo interviene en diez partidos a lo largo de la temporada -y no como titular- cobra 600.000 euros anuales. En el Mallorca, de hecho, hay varios ejemplos así.
El resultado es que entre las comisiones a los intermediarios y la política salarial que han aplicado los directores deportivos -con la anuencia de los presidentes y propietarios, todo sea dicho-, el fútbol español vuelve a estar en bancarrota, y una vez más reclama la ayuda de la calle, ahora en forma de fondo de garantía salarial.
El secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetsky, en un acto de absoluta irresponsabilidad, se comprometió ante la Liga y la AFE a transferir de las quinielas el dinero suficiente para cubrir ese fondo de garantías, que en caso de que se acogieran a él los 42 equipos profesionales españoles supondría un gasto de 186 millones de euros. ¿Qué ha pasado? Pues que Hacienda, que es la principal acreedora del fútbol español, ha dicho, con toda la coherencia del mundo, que hasta aquí hemos llegado, y por eso ahora se está produciendo este conflicto entre la AFE y la Liga, porque la Liga no ha recibido el dinero del CSD. Al final no me extrañaría que todo acabara en una nueva huelga de futbolistas, aunque me da que será ya para la próxima temporada.
Sé que ha sido un poco rollo, pero he tratado de explicaros el proceso partiendo desde los inicios. Personalmente me parecería de auténtica vergüenza que, en la situación actual en la que se encuentra el país, tuviéramos que dedicar 186 millones de euros que pagamos entre todos nosotros para resolver las deudas de los futbolistas. No sólo porque es indigno, sino porque además al año siguiente estaríamos con el mismo problema.