José Miguel García dimitirá el jueves (o eso debería suceder)

Lo escribo en futuro imperfecto de indicativo porque no se me ocurre ningún otro escenario que no sea ese. Bueno, sí existe una alternativa, pero supondría una humillación personal a la que no creo que quiera someterse José Miguel García, y como la dignidad es lo último que debería perder un ser humano, supongo que Mateu Alemany debe estar pensando ya en cómo sustituirle cuando acabe el Consejo de Administración convocado para este jueves.
Hace menos de 48 horas que José Miguel García exigía la renuncia de Nando Pons enarbolando la bandera de la ética. «No se puede consentir que el director deportivo gane dinero vendiendo pisos a los jugadores», decía a quien quería escucharle. Hoy hemos descubierto que el vicepresidente ha aprovechado su cargo para lucrarse personalmente a través de una operación inmobiliaria similar a la que él calificaba hace dos días de «inadmisible». Ha quedado atrapado en su propia trampa.
Muchos creen que fue Aristóteles el que acuñó la frase «el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios». Si es cierto que fue él quien la dijo, han pasado desde entonces más de 2.300 años, pero no ha perdido ni un ápice de vigencia. García está obligado a marcharse de inmediato. Pero no por la operación inmobiliaria en sí, que no es legalmente punitiva, ni en su caso, ni en el de Nando Pons ni el de Vicenç Grande, como tampoco lo fue en el pasado cuando Cúper le alquiló un piso de su propiedad a Ibagaza, sino por la pureza filosófica que él mismo ha marcado. Es un caso curioso: no existen muchos reos que se impongan a sí mismos el castigo.
García es un personaje peculiar. Sólo aparece por el club para pedir entradas y pases de palco, En realidad lo suyo son las intrigas cortesanas, y eso irrita a sus compañeros de Junta, que no ven el momento de quitárselo de enmedio. Pero eso a él le da igual. Siempre acaba traicionado por sus propios impulsos. Es especialista en provocar tormentas en un vaso de agua. Lo que pasa es que ahora se ha pasado de listo y él mismo se ha mostrado la puerta de salida. Puestos a parafrasear, le va como anillo al dedo una genialidad de Groucho: «vale más permanecer callado y parecer tonto que abrir la boca y despejar todas las dudas».
Claro que en realidad todo esto es una anécdota. García debería empezar a preguntarse hoy mismo si se siente utilizado. Quizás un simple ejercicio de reflexión podría serle de mucha utilidad. Tendrá tiempo para hacerlo tras presentar su dimisión del Consejo.