Ya sabeis que el gran atractivo de la jornada mundialista del miércoles reside en la resolución definitiva del grupo de Sudamérica. Uruguay, Argentina y Ecuador se disputan una plaza directa y otra de repesca. Uruguayos y argentinos dependen de sí mismos para clasificarse directamente; los ecuatorianos deben esperar a lo que suceda en Montevideo.
79 años después de la final del primer Mundial de la historia, en 1930, se reedita lo que entonces se conoció como la batalla del Río de la Plata. El 27 de julio de 1930 100.000 espectadores enardecidos se reunieron en el estadio Centenario de Montevideo para asistir a la final entre Argentina y el doble campeón olímpico Uruguay, que contaba en sus filas con un jugador manco, el delantero Héctor Castro. El partido lo pitó el árbitro belga Langenus entre una tensión inenarrable porque estaba en juego algo más que un partido de fútbol. De hecho, fueron cientos de miles los argentinos que llegaron a Montevideo dispuestos a presenciar como su selección humillaba a la uruguaya, la mayoría de ellos sin entrada.
Ganó Uruguay 4-2, pese a que Argentina se fue al descanso 1-2, y sobre el árbitro recayeron las iras de los aficionados gauchos, hasta el punto de que la policía tuvo que utilizar a todos sus efectivos para protegerle, porque una turba enfurecida amenazaba con lincharle.
Escondido en el interior del vestuario, con miles y miles de argentinos esperando fuera, el problema para Langenus y la policía era enorme, porque todos sabían que del estadio se dirigiría al puerto, donde le esperaba el barco Conte Verde, en el que iban a volver a Europa las selecciones de Rumanía, Francia y Bélgica. Por supuesto los argentinos también conocían esa información, y el si en el estadio había miles de hinchas dispuestos a todos, en las cercanías del puerto se congregaba una multitud totalmente fuera de sí, hasta el punto de que se llegó a construir una horca. Sin embargo, y aunque con un severo retraso sobre el horario establecido, el Conte Verde zarpó del puerto de Montevideo con Langenus entre el pasaje. ¿Cómo accedió al barco? Gracias a una treta de un policía uruguayo, que hizo detener el coche en el que se trasladaba desde el estadio hacia el puerto. Langenus se bajó, se puso un disfraz que le dieron y entró como un pasajero más por la pasarela, sin que nadie se diera cuenta de su presencia. ¿De qué le disfrazaron? Todos los argentinos esperaban a un árbitro, y nadie le prestó la menor atención a una monja que, vestida de hábito, cruzó sin problema alguno entre la multitud. Y es que, cuando de supervivencia se trata, el ingenio del ser humano se agudiza hasta límites insospechados. Que se lo pregunten a Langenus.
5 comentarios:
buen articulo Tomeu.
Por cierto, ¿por donde lo emiten?
Muy buena la historia jaja, como dicen en los simpsons, no hay nada más justo y razonable que un tumulto enfurecido.
por cierto sabes si tenían motivos reales para estar enfadados con el pobre belga?
Mi pronostico es que Uruguay ganará a Argentina, pero Ecuador no pasará del empate en Chile. Y Argentina se clasificará por medio de la repesca.
Pero bueno, vi el partido contra Perú y es vergonzoso que con tantos jugadores buenos, jueguen tan mal. Y Perú con que poquito le marcó a la albiceleste. El unico que se salva es Aimar, el unico con algo de magia en las botas y Mascherano.
Yo tampoco conocía esa historia, es muy buena.
Creo que va a ganar Argentina, que ya le va tocando.
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