Matías Rebassa, el adiós al "grandismo"

El Mallorca y Matías Rebassa, el empleado de Moët Chandon al que Grande convirtió en director de comunicación, han firmado hoy la rescisión de su contrato blindado. 100.000 euros por los servicios prestados,una cuarta parte de lo que pedía para abandonar un despacho que nunca debió ocupar. Dice que ha aceptado el trato por su profundo amor al club. En realidad los abogados laboralistas le han desmontado. Era eso, o ir a juicio con muchas posibilidades de perder.
Con el adiós de Rebassa desaparece el último resquicio del grandismo que quedaba en Son Moix. El suyo ha sido el ejemplo perfecto para explicar el Principio de Peter, según el cual en una jerarquía todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su máximo nivel de incompetencia. En el caso de Rebassa, su principal y único mérito fue ser amigo de la infancia de Vicenç Grande. Su recompensa, cinco años de contrato a 115.000 euros por cada uno de ellos, con una cláusula de indemnización de 450.000 que iba disminuyendo en base a las remuneraciones ya recibidas, y que en cualquiera de los casos le garantizaba que una vez finalizado el lustro iba a cobrar esa cantidad íntegra.
Rebassa fue el ideólogo de Grande. A él se deben decisiones tan vergonzosas como las de retirar del Mallor Café los retratos de Miquel Angel Nadal y Paco Soler, a los que declaró proscritos simplemente por haberse atrevido a no rendirle pleitesía al presidente. Suya también fue la responsabilidad del montaje en Lluc con las peñas sólo unos días después de que el Grupo Drac presentara suspensión de pagos. O el sabotaje contra Manzano orquestado en la grada de Son Moix por un par de docenas de sus peñistas más fieles (a cambio de viajes gratis) para forzar la dimisión del entrenador y ocultar de paso los silbidos de la afición contra el propietario.
Hasta la llegada de Alemany, Rebassa disfrutó de un enorme poder en el club. Lo utilizó en su beneficio propio y se encargó de quitar de enmedio a los que pudieran molestarle. Sometió a Pere Terrasa a una persecución sin piedad que acabó forzándole a presentar la dimisión. Primero le enfrentó a José Miguel García. Luego a Vicenç Grande. El resultado fue que el Mallorca perdió a uno de los más brillantes ejecutivos que ha tenido jamás. Por Terrasa se derramaron aquel día muchas lágrimas. Hoy, en el adiós de Rebassa, nadie ha acudido a despedirle. ¿Para qué?