0-1. El Mallorca cruza su última frontera

El Mallorca derrumbó su última frontera. Pamplona dejó de ser terreno prohibido por primera vez en la historia del club en Primera División. Un golazo del uruguayo Castro sirvió para acabar con el tabú y para sumar la primera victoria de la temporada. No fue brillante ni espectacular, pero sí práctica. El equipo se puso el mono de trabajo, se echó el pico a la espalda y ganó a Osasuna utilizando sus propias armas. Gregorio Manzano lo bordó en el banquillo y dejó al rival sin crear ni una sola ocasión en 90 minutos. Ahora, pase lo que pase, el Mallorca ya sabe que se irá de vacaciones en posiciones europeas. Incluso puede permitirse soñar con comerse las uvas en puestos de Champions.

El partido arrancó con ritmo y llegadas, pero fue sólo una ilusión que duró diez minutos. Pronto se impuso el acrofútbol que tanto gusta en el norte, y con Borja sentado en el sillón de su casa no hubo nadie capaz de bajar el balón al suelo. Durante toda la primera parte el único aliciente que tuvo el público fue averiguar cómo sacudirse el frío, porque abajo en el césped pudieron disfrutar de muy poco. Por parte de Osasuna, apenas una llegada por banda de Azpilikueta, cuyo centro raso atrapó con seguridad Aouate. Por parte del Mallorca, tan sólo un zurdazo desde fuera del área de Castro que Roberto mandó a la esquina. Casi nada que justificara desafiar a los elementos visitando el Reyno de Navarra.

Para el Mallorca, por supuesto, el escenario era casi perfecto. Manzano trabajó durante toda la semana sobre la presión inicial de Osasuna, y el equipo consiguió sacudírsela casi enseguida. Superado el factor sorpresa, los de Camacho echaron mucho de menos a Pandiani, y para colmo de males Aranda no consiguió acabar ni siquiera la primera parte. Cuando el árbitro mandó a los jugadores a los vestuarios, Manzano y Hurtado se miraron satisfechos. Con 45 minutos por delante, con el rival encogido y sin remate, era la ocasión histórica para acabar con el maleficio del Reyno de Navarra, uno de los pocos campos de Primera División en los que nunca se había ganado.

La sonrisa de complicidad del cuerpo técnico fue una premonición. Todos sabían que estaban ante una grandísima oportunidad, de esas que no se presentan demasiado a menudo, y sólo era cuestión de meter el estoque en el momento adecuado. Primero fue Aduriz, que cabeceó un centro de Castro un par de palmos por encima de Ricardo, y luego fue finalmente el uruguayo, que a los 70 minutos dibujó una jugada perfecta de contragolpe. Tomó el balón, lo controló, se fue de Oier por habilidad y fuerza, y en el borde del área soltó un latigazo que viajó a la velocidad de la luz hacia la escuadra. Un golazo espectacular, quizás el mejor de la temporada, recibida con pompa y boato por los 200 mallorquines que fueron testigos en la grada del estadio de un día histórico.

Con mucho tiempo aún por delante, el Mallorca supo ser práctico. Y su inteligencia le dio premio, porque ni siquiera sufrió ante un Osasuna roto y perdido que fue incapaz de crear no ya ninguna ocasión, sino ni siquiera una llegada con peligro. Aouate acudió con solvencia a por los pocos balones que no le sacaron sus centrales, y en el estadio nunca flotó la sensación de que el partido podía acabar empatado. De hecho estaba más para el 0-2 que para otra cosa.