La triste imagen de la vulgaridad

Poco a poco el Mallorca 2008-09 va delatando su cadena de ADN. Hasta ahora no es un rastro positivo. Sabemos que el equipo tiene un estupendo portero, pero eso no es ninguna noticia. Lo malo es que nos vamos dando cuenta de lo que hay por delante de Moyà, y ahí arrancan las malas nuevas. En fútbol es muy difícil comprar talento sin dinero, y desde luego es imposible garantizar gol con la caja de caudales cerrada. Vicenç Grande ha mandado a Nando Pons al mercado con la cartera vacía, y ha traido lo que ha podido. Tranquilos. El entrenador es bueno y el equipo se va a mover en la zona de nadie, siempre, por supuesto, que no le alcance la onda expansiva del terremoto que se ha desatado en el palco, porque esta plantilla está tan justita que al menor descalabro se va a hacer añicos.
Han pasado tres jornadas. En 270 minutos el Mallorca no habrá creado ni media docena de ocasiones de gol. De momento lleva uno porque el portero de Osasuna salió a destiempo. Claro que eso cualquiera podía imaginárselo. Que el equipo había perdido pólvora con la marcha de Güiza e Ibagaza era de perogrullo. Pero se suponía que a cambio se iba a ganar en solidez con el músculo que se ha comprado en el mercado. Falso. Ayer el Deportivo campó a sus anchas por la defensa mallorquina. De no ser por la imperial actuación de Moyà, hoy estaríamos hablando de una nueva derrota. Y seguramente por más de un gol, pero el portero mallorquín ocultó la mediocridad del resto del equipo con media docena de paradas portentosas ante un enemigo, conviene no olvidarlo, que tampoco es un dechado de gol, y que también está condenado a vagar por el limbo de las almas en pena de esta Liga que, para la mayoría, no es más que un canto a la vulgaridad.
De la tarde de Riazor no se salva más que el punto, injusta recompensa de un partido mezquino. Manzano hace lo que puede con lo que le han dado, que es muy poco, y salvo algún caso esporádico (Varela/Arango), nada se le puede reprochar a los futbolistas. El problema es que, por supuesto, Cléber Santana tiene de mediocampista ofensivo lo que Paul Davidson de delantero centro, y Aduriz es un profesional intachable que pelea del primer al último balón que le cae cerca, pero pensar que vaya a marcar ni siquiera la mitad de los goles que hizo el año pasado Güiza es una temeridad. Con Trejo de nuevo estancado, Nunes con el sitio perdido y David Navarro pasado de revoluciones, apenas hay nada que se salve más allá del individuo que se vistió de negro y se puso bajo los palos. Es triste, pero innegociable. Es lo que hay, y conviene comenzar a acostumbrarse a convivir con ello, porque va a ser el pan nuestro de toda la Liga.
Y es que del partido, poco más hay que decir. El Deportivo fabricó una ocasión de gol en el primer minuto, martilleó una y otra vez la banda derecha del Mallorca, y luego se resignó a su esterilidad cuando el árbitro le expulsó injustamente a Omar Bravo. Lotina renunció durante un buen rato a jugar con delantero centro a cambio de no ceder una contra. Se equivocó, porque enfrente no había nadie capaz de disfrazarse de Ibagaza. El Mallorca aportó al partido un disparo de falta de Varela al que respondió Aranzubía con una mano excelente. Y poco más. Bueno, seamos exactos. Nada más, porque Aduriz no remató ni una sola vez, Trejo se marchó del campo con un tirito lastimoso a las manos del portero, Webó se peleó con la defensa y poco más, y a Arango, como casi siempre, no se le espera. A Manzano le convendría tener una larga conversación con el venezolano. En un año en el que escasea el talento, no se puede consentir tanto absentismo. Es cierto que reúne tantas cualidades que es un pecado no mantenerlo en el campo, pero de momento su imagen es la imagen de todo el equipo. Triste, resignada y vulgar. Y mientras tanto, Negredo, el delantero centro que querían Manzano y Nando Pons, y al que no quiso fichar Grande para no gastarse parte de los beneficios que había obtenido durante el verano, no para de marcar goles.